TRIP - F. Acosta.
género: poesía. 12 x 18. 50 pag.
5ta edición.
La
casa de la poesía: Trip de Fernando
Acosta[1].
Por
Juan Páez.
¿Cuántas casas construyen un hogar? ¿A qué nos negamos
cuando cerramos las persianas, los ojos? Si el cuerpo es hogar del alma; el
alma es el lugar donde habita la poesía. Publicado en 2014 por el sello
editorial Los pájaros, el libro Trip
de Fernando Acosta ahonda en una infancia rodeada por una intemperie de
imágenes difusas, cargadas de ecos y claroscuros. El claroscuro, en este
sentido, podría interpretarse como una de las formas del desencuentro:
barquitos destrozados,
pequeñas tumbas en el río
deslizándose
hacia una orilla invisible
tirabas, de a una,
las monedas que tenías al agua,
era tu forma de despedirte
de los desconocidos que se iban
quizás para siempre
porque toda ida
sin excepción merece
alguna forma de adiós
sueño ahora
que todos los que se van
están para mí
en un mismo lugar
y así libro
-por un momento-
a mis libros
a mis manos
y a todo lo que toco
de esa expresión que dejo
de piedra inquebrantable
En este poema, el sueño es una pieza teatral cuyos
personajes se hacen presentes a través de sus ausencias: “todos los que se van/
están para mí/ en un mismo lugar”. Hay
una relación entre “los que se van” y los que “están”: quienes se marchan, en
realidad, nunca lo hacen, y la utilización de verbos en presente da cuenta de
ello. El discurso de la infancia, sugerido por la presencia de aquellos
“barquitos”, se mezcla con formas de la muerte: “pequeñas tumbas en el río/
deslizándose/ hacia una orilla invisible”. Ese diálogo infancia – muerte lo tiñe todo, por eso el poema se ensombrece.
La voz que
enuncia reclama una despedida: “porque toda ida/ sin excepción merece/ alguna
forma de adiós”. Esa fórmula -marcharse
es quedarse- vincula el tópico de la muerte con la privación de la despedida
que se reclama. Porque es la muerte las que niega el último “adiós”. Desde esta
perspectiva, la última palabra es una línea que separa a quienes recuerdan de
aquellos quienes serán recordados. Del mismo modo, el rostro se distancia de las
máscaras con las cuales se cubren los “desconocidos”, recordemos que es el rostro
lo que uno puede distinguir y diferenciar, no la máscara que muta e incluye: el
rostro es familiar, la máscara no. Entonces, frente a la imposibilidad de una
despedida acontece el poema; son sus palabras las que pueden atravesar
cualquier “piedra inquebrantable” y
rescata, o brinda, el “adiós” que necesitamos.
Este libro está divido en tres partes: infancia, Trip y, finalmente, niño
astronauta. Trip es un término del inglés que se traduce como viaje. Por lo
tanto, no es casual que este apartado sea el segundo, ya que es el viaje -en
otro lenguaje, el poético- el que comunica la infancia con ese niño que
juega con “barquitos” y a ser un astronauta.
Desde esta perspectiva, la infancia será una constante en el libro de Acosta:
sólo dos
líneas: el frío es blanco como los ojos de mi padre
que viene a
visitarme de vez en cuando en un sueño
Dos líneas, dos versos, dos figuras: el padre y el
hijo. El pronombre posesivo descubre al sujeto que enuncia “los ojos de mi
padre”. Y nuevamente el sueño, que esta
vez actúa como punto de unión entre esas dos figuras, es el que posibilita el
contacto y permite el reencuentro, la visita.
A lo largo
del libro, podemos observar que los primeros poemas son menos extensos que los
últimos. Además, los primeros no llevan nombres, pero sí varios de los últimos.
El hecho de que algunos de esos primeros poemas sean cortos y que carezcan de
nombres nos lleva a pensar en una poesía despojada de ornamentos, esto
demuestra que existe, por momentos, un predominio del blanco de la hoja lo que le
brinda a las palabras una intensidad diferente:
ni siquiera eso:
ni siquiera viento, ni siquiera voz,
ni siquiera…
miro la
calle como una infinita madrugada
Ausencias de mayúsculas: el ojo busca la letra, evita
el vacío. En este poema de solo tres versos existe una musicalidad lograda por
las reiteraciones de “ni siquiera”, lo que nos permite pensar en que hay algo en
el poema que no se alcanza a decir. El pronombre “eso” se refiere al “viento” o,
tal vez, a la “voz”. No obstante, se refiera al viento o a la voz, el demostrativo
crea una atmósfera de indefinición que acentúa el claroscuro de esa “infinita
madrugada”.
En suma, Trip de Fernando Acosta crea imágenes difusas
que definen una poética que, en ocasiones, carece de ornamentos. Una poesía
marcada por la presencia de sujetos del pasado que regresan, descubriendo la
soledad del sujeto que habita en estos poemas, en estas imágenes difusas que “te
hablarán de vos/ de manera/ exacta y diferente/ a lo que creías/ como una
fotografía”
[1] Páez, Juan. "La casa de
la poesía: Trip de Fernando Acosta". En: Sección Cultural del diario La Mañana. Año: LII. Fecha: 22 de
junio de 2014, Editorial La Mañana S.A. Pág. 7.
> resguardado porcreative commons <
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